Publio Quintilio Varo

Era hijo de Sexto Quintilio, que militó en el bando republicano durante la guerra civil. Sexto sobrevivió a la derrota y se desconoce si estuvo implicado en el asesinato de Julio César, para terminar suicidándose tras la batalla de Filipos. A pesar de su origen patricio, Varo debió su ascenso al favor de César Augusto, del cual se mostró partidario muy pronto, reforzando los lazos con su matrimonio con la hija de Agripa, Vipsania Marcela, que a su vez, era nieta del emperador. Así consiguió la amistad del propio Augusto y de su suegro Agripa, siendo Varo el encargado de leer el elogio fúnebre de éste.

Fue elegido cónsul en el año 13 a. C. para ser nombrado después procónsul en África y legado propetor en Siria. En Judea sofocó duramente el levantamiento judío tras la muerte de Herodes I El Grande, consiguiendo una importante fortuna personal.

Augusto lo envió en el año 9 como legado a la provincia de Germania Magna, zona que había sido añadida al imperio tras las incursiones de Druso primero y Tiberio después, pero esa dominación era más nominal que real y Varo debía ratificar el dominio y recaudar impuestos. Sin embargo, su extrema codicia, su falta de sensibilidad y el uso de métodos de romanización demasiado expeditivos le hicieron incurrir en diversos errores de gobierno que le llevaron finalmente a provocar el descontento general y a convertirse en una figura muy impopular entre la población germana.

El ejército que guarnecía la región de Westfalia fue atacado por los queruscos, que se habían rebelado. Varo se internó imprudentemente en territorio hostil engañado por Arminio (al mando de la rebelión), con tres legiones, la XVII, XVIII y XIX, que fueron masacradas tras una sangrienta emboscada en el bosque de Teutoburgo. Varo, herido en la batalla, ante el riesgo de caer manos germanas, optó por suicidarse arrojándose sobre su espada. Su cabeza fue cortada y remitida como trofeo de guerra a Marobod, rey de los marcomanos, pero este, temiendo la ira romana, la envió a Roma donde fue finalmente enterrada en el panteón familiar.

Tras esta derrota la frontera romana quedó fijada en el Rin, retrocediendo desde el Elba, donde se conservaría hasta el fin del imperio romano. La derrota supuso un duro golpe para el prestigio militar de Roma, hasta tal punto que los números de las legiones derrotadas (XVII, XVIII Y XIX) jamás fueron vueltos a utilizar en toda la historia militar del Imperio.

Suetonio dejó escrito que un anciano Augusto, al enterarse de la noticia, entró en un estado depresivo del que nunca se recuperó completamente. Cuando el césar recordaba el episodio, se lamentaba repitiendo: "Vare, Vare, legiones redde" (Varo, Varo, devuélmeme mis legiones).

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