La huella del Muro atrae a miles de turistas a Berlín




Aparcadas la muerte y la vergüenza, palabras ligadas durante décadas al Muro de Berlín, la cicatriz de la frontera que partió en dos la actual capital alemana atrae a centenares de miles de turistas coincidiendo con el 50 aniversario de su construcción.

Hasta cuatro bandadas de turistas -italianos, alemanes, británicos y españoles- se arremolinan, siguiendo los paraguas y banderas de colores de sus guías, en torno al cruce de Friedrichstrasse y Zimmerstrasse, en el corazón de Berlín.

Los grupos avanzan despacio y cada pocos metros se detienen y su guía les da un par de pinceladas sobre la historia del lugar, rescatada del anonimato urbanístico tras la II Guerra Mundial, cuando los aliados levantaron ahí un puesto fronterizo entre los sectores americano y soviético: el afamado Checkpoint Charlie.

Ante ellos se alza una reproducción del puesto de control, con sus sacos terreros y sus carteles de época en varios idiomas, y entre sus pies zigzaguea una línea de tres adoquines de ancho que cruza calzadas y aceras, recordando como una cicatriz por dónde discurría el Muro de Berlín.

Poco más allá abre sus puertas el Museo en Checkpoint Charlie, que desgrana la vida en la Alemania de la posguerra y en la división del país, así como en las estrategias que diseñaron cientos de ciudadanos de la República Democrática Alemana (RDA) para escapar a Occidente.

El Muro de Berlín es uno de los principales atractivos de la capital alemana, que vive en la actualidad un fuerte resurgir del sector turístico gracias a sus atractivos artísticos y arquitectónicos, su pasado, su potencial cultural, su oferta nocturna y unos precios altamente competitivos.

Así, el año pasado Berlín se convirtió en la tercera capital europea más visitada por número de pernoctaciones en hoteles, tan sólo por detrás de Londres y París, y después de superar a Roma.

"Los berlineses aún no han interiorizado que ahora compiten en la misma liga que Londres y París", asegura el responsable de turismo de la capital germana, Burkhard Kieker.

En los últimos 15 años el número de visitas a los museos de Berlín se ha multiplicado y ha pasado de las apenas 600.000 alcanzadas en 1996, a las más de 5,5 millones registradas el pasado ejercicio.

Entre ellos destaca el Museo en Checkpoint Charlie, una iniciativa privada, que recibe una media de 865.000 visitantes al año, lo que le sitúa como el segundo museo más frecuentado de la ciudad, tan sólo por detrás del Pergamo.

En este contexto, multitud de iniciativas han comenzado en los últimos años a explotar la veta turística de Berlín: los vestigios del Tercer Reich y los monumentos en recuerdo a sus víctimas, la siguiente dictadura comunista, y la "Franja de la Muerte".

Aquí han proliferado desde las tiendas de recuerdos con presuntos pedazos de Muro a rutas turísticas por la ciudad en "Trabant", el automóvil por antonomasia de la RDA.

Esta creciente superficialidad preocupa a políticos locales y conservadores de monumentos, que temen que Berlín degenere en lo que el semanario de referencia alemán "Der Spiegel" calificaba recientemente de "Disneyland de la Guerra Fría".

Las quejas han llegado también de algunas asociaciones de vecinos de esta zona y de la conocida Bernauerstrasse, igualmente atravesada por el Muro de Berlín durante 28 años, que han visto su intimidad y a veces sus propias viviendas invadidas por los curiosos, según informaba recientemente el canal público ARD.

Junto al antiguo puesto fronterizo de Checkpoint Charlie donde se arremolinan los turistas, proliferan multitud de pequeños negocios de dispar interés y fortuna.

Entre ellos sobresalen varios actores aficionados ataviados con uniformes militares de época que se dejan fotografiar con los viandantes, por delante de la media decena de vendedores ambulantes que mercadean con sombreros militares desgastados, fotografías antiguas y presuntos sellos de la RDA para visar pasaportes

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