Alemania dice sí al crecimiento

Existen pocos temas hoy en día en Europa que formen parte tan activa del debate como el del crecimiento -con total motivo-. El empleo, clave de la prosperidad y la seguridad a las que cualquier europeo aspira, no puede existir sin crecimiento. Ahora bien, como lo han recordado por separado Angela Merkel y François Hollande, este crecimiento es hoy insuficiente en numerosas regiones de nuestro continente. Por lo tanto, la idea de una iniciativa para el crecimiento es legítima, responde a los deseos de Alemania, cuyos intereses son indisociables de los de Europa en su totalidad. Antes de analizar el posible contenido de semejante proyecto, conviene aclarar un malentendido. Por crecimiento no entiendo evidentemente la estimulación artificial de la demanda por medio del incremento del gasto presupuestario. Estos estímulos, financiados por la deuda, se utilizaron en el pasado -pienso en el día siguiente a la quiebra de Lehman Brothers-. Pueden tener su utilidad en un contexto de choque agudo y cuando las arcas de los Estados están bien dotadas, pero no cuando el freno al crecimiento es de orden estructural, y especialmente no en un largo período. ¿A quién le interesaría ahora un fuego de paja coyuntural al precio de un mayor déficit, que las reglas presupuestarias europeas no permiten? A nadie, a mi modo de ver, y sin duda no a los inversores que financian la deuda de los Estados europeos y se preocupan ante todo de su capacidad para reembolsarla. No, el crecimiento del que se trata aquí, utilizando la expresión consagrada por el G20, sólo puede ser sostenible y equilibrado, un crecimiento no sólo fuerte sino también asentado en una base sólida. Dicho crecimiento no es en absoluto contradictorio con el saneamiento presupuestario, demorado durante demasiado tiempo, que los Gobiernos europeos persiguen ahora con tenacidad. Al contrario, se refuerzan mutuamente. Un presupuesto inteligentemente saneado genera la confianza sin la que consumo e inversión son inconcebibles. En lo que se refiere al crecimiento, participa en el saneamiento presupuestario reduciendo los gastos del Estado y estimulando sus ingresos. De hecho, el crecimiento está centrando ya el esfuerzo que los países de la Eurozona y la UE han desplegado para hacer frente a la crisis de la deuda soberana durante los pasados dos años. Los países que reciben ayuda del FEEF (Fondo Europeo de Estabilidad Financiera) están implantando programas de ajuste cuya vocación es, en gran parte, mejorar la competitividad de sus economías con el fin de que puedan crecer de nuevo en el largo plazo. Alemania arrima el hombro Mi país contribuye plenamente al esfuerzo europeo para el crecimiento. Como lo atestigua el FMI en su último informe sobre Alemania (8 de mayo de 2012), la economía germana se centra cada vez más en la demanda interna. Las cifras lo demuestran: nuestras importaciones procedentes de la UE subieron un 5% en el primer trimestre con relación al año pasado, un crecimiento dos veces más rápido que el de nuestras exportaciones. Una de las lecciones de la crisis es que los miembros de una unión monetaria deben trabajar sin descanso en la convergencia de sus economías nacionales. Pero también deben mantener, incluso mejorar, su competitividad frente al resto del mundo, una exigencia a menudo descuidada en el pasado. Esta competitividad es sobre la que se basa cualquier crecimiento sostenible. Fomentados durante mucho tiempo por la especulación inmobiliaria, los ingresos fiscales del España se hundieron tras la explosión de la burbuja especulativa. Durante un reciente encuentro en Santiago de Compostela he podido observar hasta qué punto mis colegas españoles han extraído una lección de ese episodio. Las reformas valientes que el Gobierno actual y su predecesor pusieron en marcha están aportando ya sus frutos, lo que se traduce, entre otras cosas, en un regreso gradual de la competitividad y un fuerte crecimiento de las exportaciones. En Italia, el Gobierno de Mario Monti ha abierto en pocos meses numerosos mercados hasta ahora cerrados, ha adoptado medidas para aumentar la eficacia de los servicios públicos y trabaja actualmente en una reforma ambiciosa del mercado laboral. Pero el esfuerzo común no es solo la suma de los esfuerzos nacionales. A través de diversos compromisos, entre ellos el pacto presupuestario y el pacto Euro-Plus, de inspiración franco-alemana, la mayoría de miembros de la UE se han comprometido no sólo a coordinar sus políticas económicas, sino a incrementar su competitividad, fomentar la creación de empleo y reforzar el sector bancario. Juntos, los miembros de la familia europea pueden llegar más lejos. El Consejo Europeo de marzo ya tenía por temas el crecimiento sostenible, el empleo y la competitividad. Estarán de nuevo en el principal orden del día de los dos próximos encuentros de nuestros jefes de Estado y de Gobierno a final de mes y en la Cumbre Europea de junio. La pregunta de si hacemos lo suficiente para el crecimiento, si no podríamos hacer más, estará en el centro del debate. Huelga decir que Alemania participa en dichos intercambios de manera abierta y constructiva. Por ejemplo, estamos dispuestos a hablar de la capacidad de la Banca Europea de Inversión para promover el crecimiento. La financiación de las pymes debe discutirse asimismo a nivel nacional y europeo, al igual que la cuestión del peso burocrático y del papel del Estado en la economía que, asimismo, pueden inhibir la inversión. También debemos tratar los fondos estructurales. ¿Podemos distribuirlos con mayor eficacia? Ya se han adoptado varias decisiones para maximizar su impacto, pero queda mucho por hacer. ¿Por qué no, por ejemplo, en el ámbito de la formación profesional? Y muchas de las preguntas que se plantean en este marco valen asimismo para el presupuesto de la Unión. Dicho de otra manera, ¿se puede plantear un salto cualitativo en la forma en que Europa trabaja para la economía de sus miembros? El debate sobre el crecimiento es necesario. Lejos de contradecir la consolidación de las finanzas públicas en Europa y en la zona euro, la completa. La iniciativa sobre el crecimiento y el pacto presupuestario son por lo tanto complementarios, los pilares de una unión monetaria fuerte, estable y duradera.

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