Los 'otros' turistas alemanes




"Lo malo de ser alemán en Mallorca es que hay demasiados alemanes, tantos que es posible vivir aquí hablando solo alemán, relacionándote solo con alemanes. Luego, si caes en la marginación, te aíslas el doble, te conviertes en una especie de autista". Ésta es una de las circunstancias que agravan el problema de los alemanes que llegan a Baleares, y pasan a convertirse en mendigos, en una tierra que finalmente les es extraña. Aunque muchos lo único que anhelan es tener su dosis de alcohol y un sitio más o menos caliente donde dormir.

"Los alemanes ricos —continúa explicando una fuente cercana al Consulado de Alemania— que tienen mansiones en Mallorca o negocios, cuando quieren contratar personal prefieren que sean alemanes. Entonces ponen anuncios en Internet para que se vean en Alemania". Muchos germanos vienen así a las Islas, a las que en su cultura popular consideran el "decimoséptimo lánder alemán". Luego el trabajo no siempre es bueno. Hay quien tiene a todos sus empleados, algunos con cualificación, con contrato de empleado del hogar.

Bajos sueldos, problemas personales, falta de dinero para regresar, vivir en círculos alemanes cerrados (el triángulo Pollença- Banyalbufar-Cas Concos, por ejemplo), viviendo además la vida loca, hace que haya un porcentaje de estas personas, como de la población general, que cae en la indigencia. 2.000 se calcula. Y luego, salir, es más complicado viviendo en tierra extraña. Si es que se quiere salir. Los asistentes sociales saben que hay mendigos irreductibles que prefieren dormir en la calle a hacerlo en un albergue, donde han de cumplir una serie de normas (como la de ducharse cada cierto tiempo).

Fuentes cercanas a las oficinas consulares alemanes han confirmado la existencia de casos de indigentes —cuando la vida con el cielo por techo se convierte en una adicción patológica, normalmente vinculada a una adicción alcohólica o de otro tipo— que "prefieren Mallorca". Lo curioso es que desde las oficinas consulares alemanas se tramitan frecuentes retornos de indigentes. Alexander Schmid, el mendigo alemán agredido en la madrugada del martes, fue ayudado a volver y regresó a Alemania en varias ocasiones auxiliado por el Estado. Pero volvió.

¿Por qué esta querencia de los mendigos alemanes por Mallorca? Pues porque quien prefiere vivir en un banco de una plaza, prefiere hacerlo donde las noches invernales son menos inclementes y donde desde mayo se puede dormir al raso. Y donde se pueden comer las migajas del turismo. Y es aquí donde entra en juego una de las principales bazas de los sin techo alemanes que deciden instalarse (es un decir) en Mallorca: vivir (mal vivir) en el Aeropuerto de Palma, como en la película La Terminal, pero en plan mendigo, no es imposible. De hecho, es muy fácil.

Junto a los aseos de la primera planta del aeropuerto, en invierno. En el solárium de la cuarta planta, en verano. Carritos de supermercado cargados de ropas y chatarra, a veces dejados en determinadas zonas más o menos seguras, son la marca de los indigentes que han hecho de Son Sant Joan, su casa. Algunos caen bien. En los bares se apiadan y les dan algo. En cualquier caso, la cercanía de unos cuartos de baño y el hecho de que el aeropuerto no cierre nunca —y no tenga un equipo de vigilantes con órdenes de perseguirlos— hace que sea un buen lugar. Cerca, además de s’Arenal.

Y es que en la Playa de Palma siempre cae algo. La chatarra, algunos arreglillos, incluso pequeña delincuencia, hacen que estas personas sin nada puedan ver amanecer un día más. Son Sant Joan, las plazas Chopin o de España, donde dormía Alexander Schmid, son sus lugares comunes. Los habitantes de la primera potencia europea vienen a Mallorca a disfrutar del sol y de la playa, de la sangría y de los precios bajos. Pero algunos no regresan. Y no es porque se acomoden como jubilados de oro en lujosas villas mirando al mar desde la cordillera, sino todo lo contrario.

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